Tláloc
llora esta noche
la muerte
de siete hijos,
llora,
llora
lo que
nosotros vimos.
Caín está admirado,
su
ejemplo nos sirvió;
nos
destruimos entre nosotros
con
granadas de fragmentación.
Los
suspiros de Gea
cimbran
la tierra,
da pena
que ella vea
como
hacemos la guerra.
Cronos ha
parado el tiempo,
el tiempo
que había de amar,
para dar
paso al siniestro
que nos
ha hecho temblar.
Mientras
que el poder
corrompió
ya el corazón
de quien
podía ayudarnos
y
ahora es decepción.
¿De qué
sirven las palabras?,
¿Para que
las condolencias?,
si la
vida se apagó,
triste y
distante se volvió,
entre la
muerte y la violencia…
Aquí en Guayangareo
sangre
inocente corrió,
derramando
lágrimas de horror,
inundando
una plaza
en plena
fiesta y color.
A los
mutilados
mil
lágrimas no bastan
para
sanar el cuerpo, la vida
el alma y
la casta.
Valladolid
se tiñó de rojo
con la
inocencia infantil
por un
estúpido que mató
la
alegría juvenil.
El
cobarde pedía disculpas,
antes del
horror cometer,
por
arrancarnos la paz
que
soñamos una vez.
¿Qué
culpa tiene los pobres?,
¿Qué
culpa tienen los niños?,
que se
han quedado tan solos
por
siempre solos,
sin consuelo
y sin cariño,
esos
pobres, pobres niños.
¿Miedo?,
si, y mucho
cada día,
cada hora
si una
explosión
y mil
gritos escucho.
Somos
presas perfectas
predecibles
y contables,
para
todas las sectas
que gozan
de puestos respetables.
Presos en
casa propia,
víctimas
del terror
mientras
Gea, Caín y Tláloc
nos miran
con tristeza y admiración.
Mis
hermanos
han
pintado de verde
su cara,
sus manos
por
querer verse distintos
de
quienes pintaron
de rojo
unos lagos.
Turbaron
bestiales
la mente
del pueblo
al
cobardemente ignorar
sufrimiento
de enfermos.
El amor
se esfumó de repente,
lo
obligaron a huir,
pues no
quiere ser herido
y lo
pretenden destruir.
Nos han
llenado de angustia,
no
sabemos qué decir
pues si
hablamos nos callan
antes de
volver a reír.
Mientras
un cobarde disfruta
el dulce
sabor del pánico
en
televisión otro refuta
las
teorías, los cánticos.
Y
volvemos a lo mismo
volvemos
al horror,
volvemos
a ser presas
del temor
y la indignación.
Todos se
lavan las manos
para no
discutir,
pretenden
ser hermanos
y nos
quieren destruir.
Todo
México mira de lejos
lo que
hoy he de vivir
pues ven
acercarse lento
de su
vida el porvenir.
¿Permitiremos
vivir
entre los
muertos
dejándonos
servir
como
mudos, sordos y tuertos?.
La
impunidad encaja
como cereza
de pastel
cuando
vemos la caja
en que
descansa aquel.
El primer
niño murió anoche
¿Cuánto
más hay que esperar,
para
cansarnos de esta vida
y poder
así luchar?.
Pasa uno
y dos días más
y no hay
respuesta
para
consolar
a quien
perdió a su madre
en esa
suciedad.
Parece
ser que “los malos”
esta vez,
no tuvieron que ver,
pues
buscan a los culpables
para
hacerlos perecer.
¿Qué pasó
por la mente
de quien
esto planeó
al darse
cuenta del saldo
que su
jueguito dejó?;
Una
sonrisa sádica
tal vez
su rostro iluminó
llena de
amor propio
y de afán
de destrucción.
¡Y pensar
que era el prototipo
de la
ciudad ideal!,
con
sueños, cultura
y mucha
jovialidad.
Indignados
estamos todos
y todos
callamos también
pues no
sabemos si gritar
o seguir
la vida
como
ayer…
Se han
tardado en castigar.
Tendremos
que esperar
a que el
responsable
quiera
confesar.
Y vivimos
temblando de horror,
viendo
gente muerta con admiración,
con las
venas llenas de terror,
temblando,
siempre temblando
SIN
SOLUCIÓN!