sábado, 20 de abril de 2019

Hachisunohana




El primer recuerdo que tuvo fue el aroma a petricor que le taladraba el cerebro, las manos ardorosas y los talones mojados una y otra vez, mientras se agachaba… hasta que comenzaban a partirse.

Estaba en un continente totalmente distinto, donde todos a su alrededor trabajaban de sol a luna recogiendo distintos productos directo de la Tierra. Ella recogía arroz.

Jamás recordó haberse sentido tan cansada. Le dolían los hombros por el peso de su propio cuerpo, los codos por la posición que mantenía por horas y días, uno tras otro, encogida entre los cultivos que muchas veces parecían las piscinas de los lugares mas fantásticos.

Empezaba a trabajar al amanecer y fue así como notó, que los colores del sol radiante que comenzaba su jornada, tornaban aquellas aguas de colores rosados y ocres en una mezcla tan grata a sus ojos que la hacían sonreír. Y al terminar, el reflejo de la luna iluminaba su rostro y le hacia brillar de nuevo los ojos.

Así, los días transcurrían sin muchos cambios, trabajadores iban y venían, pero casi nunca hablaban; todos se sumergían hasta las pantorrillas en los campos de arroz mientras soñaban con un mejor futuro sin parar de tirar de las espigas de granos pequeños.

Una tarde algo fue distinto… sintió un escalofrío recorrer su espalda sin razón aparente. Era obvio que no era una gota de sudor recorriéndola, pues estaba tan empapada que una gota ya no sería de gran diferencia. Pensó que era un reflejo del sol que la había sorprendido a media pupila, pero eso no la habría hecho estremecer de esa manera. Tal vez algún insecto le habría picado los pies… pero no era dolor lo que sentía.

Levanto la vista un segundo, se erguía poco a poco… pero no encontraba la fuente de esa sensación que más bien, parecía estar desnudándola frente a todo el mundo. Era como si sus ropas se convirtieran en fina seda que se resbalaba por su piel humedecida, y el calor intenso de los rayos del sol, ya entrada la tarde, quemara su cuerpo desde dentro.

Giro su cabeza en busca de la fuente de aquel fulgor. A la derecha… a la izquierda… nada parecía diferente. Fue entonces que tuvo que girarse por completo para encontrarse de golpe con la mirada de aquel hombre.

Comprendió, que el ardor que sonrojaba sus mejillas había nacido en el café de sus ojos, en la comisura de sus labios.

No sabia quien era, no recordaba haberlo visto jamás, pero algo dentro de ella sentía que se pertenecían. ¡Si! Era una total locura, pero ¿Quién dice que no lo es el amor?

Bastó solo una seña de sus cejas, para que esa tarde ella corriera a encontrarse con el detrás de un árbol que se alzaba enorme fuera del cultivo, y cuando estuvieron por fin frente a frente, con solo medio metro de distancia, no hizo falta decirse nada. Se miraron tan fijamente que el tiempo a su alrededor se detuvo, los rayos del sol se volvieron mas amarillos y los rodearon como jugueteando entre sus cuerpos, y sus respiraciones fueron tan profundas que el aire que exhalaron movía las hojas de los arboles a su alrededor.

Él rozó su mano con la punta de su índice izquierdo y ella, en respuesta, le mostró la palma de su mano, en un tanor de confianza y apertura. El campo de arroz había dejado en esta más de una cicatriz, que con el tiempo se fueron confundiendo con las líneas mismas que nacieron en su mano. Él, la tomó delicadamente entre las suyas y la condujo a su pecho, donde el corazón parecía querer saltar a través de su garganta y salir de su pecho, como el cachorro que brinca de alegría cuando su dueño llega a casa tras un día largo de trabajo.

Parecieron pasar mil años en ese solo instante; en realidad, pasaron 73 años, pues desde ese día, ni ella dejo de ver sus ojos, ni el soltó jamás su mano.

sábado, 13 de abril de 2019

El Chaman del tiempo


(Parte 1)

Ella se recostó boca abajo, completamente desnuda y agobiada por el calor de la noche. Esperaba ansiosa la caricia de un amante, tal vez un beso, pero solo de aquel con quien había decidido últimamente compartir sus días. ávida de un gesto que denotara su interés sexual para no tener que hablar de planes futuros; conversación a la que siempre llegaban. Interesada mas que nunca en conocer de su pasado, de sus deseos, de tu intimidad.
Pero eso, perfectamente, no sucedió….
En su lugar escuchó en un momento de silencio sepulcral, el jadeo de su aliento, tal como si fuera el estruendo más grande jamás concebido en la historia del hombre.
Y ahí estaba él, aquel a quien juraba conocer de toda la vida, pero que hacía meses apenas había acreditado su existencia en el mundo. Aquel, cuyo latido se sentía percutir una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez… embriagándola en un ritmo que parecía infiltrarse a su sistema por cada poro, en cada célula como bailando al compás de un bongo africano.
Se sintió perdida en el sonido, cuyo patrón solo se interrumpió por el estupor que causó el sentir las yemas de sus dedos por la espalda… como si una corriente eléctrica recorriera de su nuca a la punta del dedo gordo de su pie derecho. Comprendió que aquel extraño aroma que percibía era totalmente nuevo, entre su perfume, su sexo, sudor y saliva, mezclado de una forma tan espesa que le costaba respirar aquel delicioso elixir de éxtasis. Era como si una neblina lo cubriera todo y sus ojos se sintieran pesados entre notas moradas de un humo que le daba risa.
¿De donde salieron esos destellos de colores turquesa y blanco? Incomprensible, si, pero en ese momento parecía no tener importancia.
Por fin dejo que sus ojos se cerraran, pues el peso ya era demasiado. Él seguía recorriendo palmo a palmo su nuca, su espalda, sus nalgas, sus piernas, sus pies y sus antebrazos en una hermosa sinfonía de movimientos lentos y constantes. Sentía sus dedos y sus palmas frotar su piel, estrujar sus músculos y liberar la tensión que sus nervios le proveían con singular cansancio.
Ella, comenzó entonces a pensar en el día tan pesado que había tenido, en el día anterior, en el fin de semana pasado. Algo llamo su atención cuando dejo de sentir los movimientos que tan prodigiosamente aliviaban su cuerpo para sentir entonces el calor que aliviaba su espíritu. Las manos de ese extraño que se convertía en conocido se transformaron en las manos de un ser místico que inyectaba energía en cada centímetro de su piel, algo parecido a la energía que proyectaría un chamán. Sentía que un rayo recorría su espina dorsal cada vez que él calentaba sus manos con su aliento antes de tocarla. Escuchaba una y otra vez el sonido de la fricción entre las manos como lava y su piel entumecida.
Un hilo de memoria llego a su mente, con un extraño aroma a mar, a tierra mojada, a pólvora, a hierba fresca, a nieve…  se recordó esclava y marinero. Se recordó gitana y mendigo, se recordó a si misma en situaciones que no sabía que existían en su inconciencia y que ahora regresaban de manera fantástica en un sinfín de imágenes coloridas, de sensaciones, de sentimientos. Y el aroma de su perfume la acompañaba. El calor de sus manos la acompañaba. El vaho morado la acompañaba. Solo los destellos fueron sustituidos por las hojas que una vez vio caer en otoño y las gotas de lluvia de esa tarde en que viajo al otro lado del mundo.
No entendía bien lo que pasaba, no sabía de donde habría salido tanta fantasía. ¿acaso de su imaginación?, ¿soñaba? ¿O realmente estaba recordando momentos que jamás le habían sucedido?
Así como llegaron, en un hilo se fueron, pero dejaron en su pupila grabada y sin tiempo la duda de lo que en realidad sucedía. Las manos se detuvieron el centro de su espalda y la comprimieron hasta que sus huesos regresaron a su posición original, aquellos que la mala postura había removido de su sitio.
El besó su espalda, con todo el amor y la ternura que ella jamás imagino. Se convirtió de nuevo en el hombre y con una sonrisa en su rostro respiro profundo sin saber lo que había causado. Ella sintió su peso caer a su lado en la cama y noto q no había soñado, que habían transcurrido apenas unos minutos y en esos ella conoció todos los sentimientos y miedos que conoció el ser humano.
Solo entonces comprendió que, aunque no sabía si compartirían el resto de sus vidas, ya en muchas otras habían logrado encontrarse y en cada una de ellas, se habían amado como ahora ya habían comenzado a hacerlo.
Lo miro a los ojos y así se quedaron por un tiempo que le pareció eterno y efímero a la vez, congelados en la inmensidad del amor que ninguno de los dos comprendía, mientras él pensaba que nada podría romper el fino cristal de la caja en que ambos se protegían del mundo, solo estando juntos. Tenía razón.
Y fue así como nacieron cien historias de esta vida y de todas las anteriores.

jueves, 28 de febrero de 2019

Mi promesa

No quiero prometerte una vida perfecta, ni Paris, ni la luna, ni una estrella; no puedo prometerte miel sobre hojuelas, ni eternas noches de sueños rosados.
No quiero prometerte que estaré siempre de buenas, ni que te amare eternemente, pues no conozco el futuro.
Pero puedo prometerte, en cambio, que habrá dias malos, que tal vez me odies de vez en cuando, que tus habitos y los mios chocarán algunas veces, que querras gritar, querras irte... y yo no dejaré que lo hagas
Quiero prometer que te daré hasta mi ultimo aliento para que esto funcione.
Te prometo, que dare la ultima gota de mi sudor por que seas feliz y que los dias malos y los corajes y las rabietas, no pesen mas que los buenos dias y el cafe por la mañana.
Te prometo, que pagare con sangre si es necesario, por una sonrisa tuya.

Siempre habra dias malos, pero sabes? en un dia como hoy me doy cuenta, que no importa todo lo malo que pueda pasarnos, no importa que tan mal vayan las cosas... siempre sera mas grande lo que sentimos el uno por el otro, el sacrificio que ambos hacemos, un ocaso juntos...

Siempre habrá dias malos, pero hoy te prometo que de alguna extraña manera, alguno de los dos o quizas ambos, haremos que el peor de ellos termine con el calor de un abrazo y tu aroma en mi rostro.

Te amo